Autodesprecio: ¿por qué no te quieres?

Te propongo una cosa. Elige un día cualquiera, que no estés muy ocupado, e intenta permanecer atento a las palabras que te dices a ti mismo a lo largo de la jornada. Apunta en un papel qué adjetivos usas cuando haces las cosas bien y qué otros empleas cuando te equivocas. Al finalizar la jornada, analiza cómo te tratas.

¿Te dices cosas agradables cuando haces las cosas bien? ¿Eres comprensivo con tus errores? ¿Te ignoras cuando tienes éxito y te vapuleas al fracasar? Si haces esto último, déjame decirte que no te quieres nada de nada. Esa falta de cariño hacia nosotros mismos podría tener su origen en la forma que tuvieron de hablarnos los adultos cuando éramos pequeños. Os voy a contar la historia de Sofía.

La historia de Sofía

Sofía era la pequeña de tres hermanas. Las dos mayores eran mujeres de complexión atlética y muy extrovertidas. Sofía en cambio, tenía tendencia a engordar y poseía un carácter más reservado. Pronto, sus padres comenzaron a reprocharle que no fuera como sus otras hermanas. Le improperaban frases como: “¿Por qué eres tan cohibida? ¿No puedes ser más echada para adelante como ellas? Cualquier éxito de Sofía era inmediatamente comparado con el de sus hermanas, y por una u otra razón, siempre salía perdiendo.

Poco a poco, Sofía creó una imagen de sí misma distorsionada y desagradable. Empezó a sentirse incómoda con su físico, con su manera de ser y de relacionarse con los demás. Aunque suene extraño, Sofía se caía mal. Las palabras de su familia ya no le resultaban hirientes sino justas y normales. Había asumido que se las merecía. De esta manera tan terrible, se unió al maltrato familiar contra su persona y no había un solo día en el que no se hablase con desprecio. Y así fueron pasando los años.

No consiguió darse cuenta del mal que se estaba infligiendo hasta que un día su pareja habló con ella muy seriamente. La manera autodestructiva en la que se trataba estaba comenzando a afectar a la relación. O bien pedía ayuda profesional para cambiar, o la pareja se rompía. Sofía estaba bastante desconcertada porque no era capaz de comprender qué era lo que estaba haciendo mal. Así que, acudir al psicólogo no le pareció tan mala idea. Necesitaba desenmarañar los conflictos que empezaban a emerger en su mente.

Tras varias sesiones, entendió todo el daño que le había estado haciendo su familia y cómo había normalizado el maltrato. Fue duro cambiar. Le costó verse como la mujer preciosa y llena de cualidades que era. Una mujer valiosa que merecía quererse y ser querida. Paso a paso se fue conociendo, había cosas suyas que deseaba cambiar pero también otras muchas que le encantaban. Como era de esperar, cuando la familia se enteró de que había comenzado a hacer terapia las burlas se desataron e incluso llegaron a llamarla loca o débil mental. Al principio, Sofía lloraba cuando les escuchaba. Sin embargo, su pena fue muy efímera.

En cuanto la terapia hizo más efecto en ella, comprendió que los verdaderos enfermos de la familia eran aquellos que despreciaban y atacaban a quien debían tanto amar como proteger. Curiosamente, desde ese momento su familia dejó de hablarle agresivamente. Sofía ya no transmitía debilidad o sumisión. Ellos intuyeron su fuerza interior y los ataques cesaron. Aunque eso no quiere decir que los reproches se convirtiesen en amor.

Ahora te toca a ti contar tu historia. Dinos si te quieres o no. Y si te has dado cuenta de que no sientes cariño por ti…¿por qué piensas que es así? Es muy importante aprender a respetarse y amarse. Puede sonar egocéntrico, pero es todo lo contrario. Piensa que si el amor no comienzas a demostrártelo a ti mismo, es complicado que lo hagas con los demás.

Autodesprecio: ¿por qué no te quieres?

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