El bello Nilo

La excursión al poblado nubio no creo que pueda olvidarla jamás. Primero dimos un pequeño, y delicioso, paseo en falúa por el Nilo. Durante la corta travesía, estuvimos cantando y bailando canciones típicas egipcias que entonaba el timonel. Tan emocionado estaba cantando, que casi nos espachurramos contra unas rocas, pero todo quedo en un pequeño sustillo. Después nos dirigimos a una de las orillas del Nilo para darnos un pequeño baño, aunque yo solo metí los pies. Últimamente he cogido bastantes kilos, lo que me hace no sentirme demasiado cómoda en bañador. No me arrepiento, porque toqué y sentí el agua del mítico Nilo, y me emocioné lo mismo que aquellos que se pegaron buenos chapuzones.

Mi camello y yo

Luego llegó el momento de la verdad…¡¡la hora del camello!! Para poder acercarnos a ver una auténtica casa nubia, era necesario realizar el camino en camello. Recuerdo que desde Madrid me pareció la cosa más chula y emocionante del mundo. Luego, cuando te ves delante del animal, y los nubios mirándote con cara de “esta bestia me lo revienta“sientes que la inseguridad te invade.

Os diré, que ya solo abrirme de piernas para subirme al bichín, fue una odisea para mí. Demostré mi estado de forma lamentable  en cinco segundos. Tras ayudarme entre dos, el camello se alzó del suelo y creí acabar con la crisma rota. Pero no. Mi instinto de supervivencia me hizo agarrarme como una garrapata a la montura y evitar la tragedia.

Desde el camello se ve todo más pequeñito de lo que yo pensaba, empecé a sentir una angustiosa sensación de pánico cuando comenzó a moverse, y por unos instantes sentí el deseo de lanzarme en plancha contra el suelo. Luego pensé en una idiotez que me funcionó: “Si Peter O’ Toole pudo hacer una peli montado en un camello, yo también puedo hacer esto”. Esta bobada me calmó, y consiguió que no se extendiera la histeria. Durante el camino me crucé con niños de 12 años que galopaban que me saludaban casi riendo al verme descompuesta, debía ser todo un cuadro.

Otro momento crítico fue cuando el animal se paró y sentó en el suelo. Me fui abalanzando hacia el cogote del camello, toda mi vida pasó en un segundo. El señor nubio me salvo de un golpetón salvaje, se convirtió en mi héroe para siempre jamás.Luego nos encaminamos hacia la casa de una familia nubia, una curiosa casita de color azul. Pero lo que allí sucedió, os lo contaré en las próximas crónicas.

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