Relatos : Diario de una muerta

relatos, la novia de frankestein en diario de una muerta revista micinexin

Iba paseando por el bosque, un tanto desorientada, cuando escuché un leve silbido.
Extrañada, busqué de dónde procedía el ruido. Entonces vi una silueta de poco más de metro y medio, tenía camisa y chaleco puesto. Era una figura humana blanca y… tenía orejas largas y una colita de algodón.
¡Será una persona disfrazada de conejo!,  Cosas más raras se han visto  -me dije-.

Al no saber dónde me encontraba con exactitud, pedí ayuda a la única persona que había cerca. Sí, al «conejo».

 

-Disculpe señor… – le toqué el hombro -. El detuvo su andar y su alegre silbido, entonces se dio la vuelta y…

 

-¡Aaah! ¡Un…un…monstruo!

 

Lo que parecía un simple hombre disfrazado, no era ni más ni menos que eso, un disfraz de conejo, pero, tenía la mitad de la cara quemada, un ojo de cada color; el izquierdo, rojo y el derecho, azul. Y una cicatriz en la parte izquierda de la cara, desde la nariz hasta la mandíbula, le atravesaba la boca.
La ropa y las manos ensangrentadas de una sangre que no parecía la suya propia y poseía un cuchillo guardado bajo el chaleco que sacó bruscamente tras llamarle la atención.

Me apuntó con el, y con una sonrisa de oreja a oreja me dijo, con una voz que me revolvió todo el cuerpo:
-Corre.
Y eso hice, correr como si no hubiera un mañana, sin mirar atrás, sin detenerme para pensar qué camino llevar, qué rumbo escoger. El instinto me lo impuso.
Me perdí, al igual que perdí de vista a…eso…

Empecé a caminar buscando por el sendero cualquier cosa que pudiera servirme como cabaña donde refugiarme. Se estaba haciendo de noche.
No encontré nada, así que me tumbé  para dormir bajo la copa de un árbol .
Pasaron las horas. Lo intenté. De verdad que lo hice pero la calor y el miedo de que apareciera otra vez ese conejo macabro me perturbaba el sueño.
Creo que hasta me volví loca, escuchaba ruidos de gente gritar a lo lejos y yo me repetía:
-Es solo tu imaginación, es solo tu imaginación…
¡Por fin!  Me había dormido, y en mitad de mi pesadilla escuché de nuevo aquel silbido, aquella cancioncita siniestra.
-Solo está en tu imaginación, no es real, no es real…
Pero su cuchillo, si lo era.

Me degolló la garganta y me preguntó:
-¿A dónde te crees que ibas Alicia?
Entonces caí en la cuenta, leí hace un par de semanas en el periódico que había habido una serie de asesinatos que tenían una temática de cuentos clásicos o películas Disney. Hasta la fecha solo se habían presenciado las muertes de «Blancanieves», envenenada en la gran manzana, la de «Cenicienta», quemada en la hoguera de la casa de la que estaba al cuidado y «La Bella y la Bestia», a la pobre muchacha le habían pegado un tiro, colocado en un rosal y puesto una cabeza de toro en la suya. De este asesinato era de el que más información tenía, ya que ocurrió en Ontario de donde era mi tía, que fue la que me informó al detalle de este último suceso y me advirtió que me anduviera con cuidado, pero nunca pensé que vendría hasta Pasadena.
Cuando todavía seguía viva conté unas trece puñaladas sin contar las que me daría después, mientras lo hacía decía:
-¡Llego tarde, llego tarde!
Note que me metía algo en una de las heridas.
Cuando terminó con todos los detalles, recrearse y demás, se quitó la máscara y se fue con una sonrisa en la cara y con esa cancioncita.
-Todavía la tengo en mi cabeza, es como si se hubiera grabado en mi mente…
Al cabo de los tres días hallaron mi cuerpo sin vida en mitad del bosque, bajo un árbol, rodeada de cartas de póquer y un reloj de bolsillo en una de todas las puñaladas que formaban una sonrisa, como de gato.
Junto a mí se encontraba el cadáver de una liebre y un hombre con chistera, que estaban embadurnados de tarta y té con aroma a frutas del bosque.
Sí, nos había tocado representar «Alicia en el país de las maravillas», aunque más que eso, ha sido una verdadera pesadilla, la cual se repite en mi cabeza en forma de bucle conjunto esa maldita canción.

Autora: María Georgieva Kalpachka.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *