En la calle de las Beatas, hoy travesía, ocurrió un suceso muy oscuro allá por el año 1776. La antigua calle era conocida por dicho nombre porque estaba situada junto a la plaza de los Monteses, y justo allí, se encontraba el beaterio de Santa Catalina de Sena. En el beaterio convivían las beatas terciarias de Santo domingo, unas eran monjas que no estaban sometidas a clausura y otras eran mujeres dedicadas a la obra de Dios que no habían tomado los votos.
Solían pulular por las callejuelas de la zona, luciendo sus tocados blancos e impolutos en busca de limosna para los más necesitados. Algunas eran jovencitas de gran belleza, lo cual provocó más de un suspiro entre los hombres que las veían pasar. Incluso se llegó a rumorear que el primer ministro de Felipe III bebía los vientos por alguna de las lindas beatas allá por el siglo XVII.
El día del crimen
El año en el que aconteció el siniestro crimen que os vamos a relatar, reinaba en España Carlos III, popularmente conocido como el mejor alcalde de Madrid. Un matrimonio paseaba por las calle de las Beatas junto a su hija, cuando de pronto se encontraron con el cuerpo de un hombre tirado en el suelo y rodeado de un gran charco de sangre. Inmediatamente, dieron aviso para que acudieran los guardias y un médico para socorrer al infeliz que yacía inerte.

El médico, no pudo hacer más que certificar la muerte del hombre tras recibir una puñalada en el corazón. Los vecinos que se acercaron a ver lo que estaba sucediendo, identificaron rápidamente el cadáver. Se trataba de Diego, conocido en la zona por ser un buen hombre trabajador. Hortelano, padre de dos hijas chiquititas y un buen cristiano. Los guardias, decidieron seguir el reguero de sangre que había dejado el asesino en su huida.
El espantoso camino sanguinolento les llevó hasta la puerta de la iglesia de San Sebastián, donde encontraron a un sacerdote completamente lleno de sangre escondido en el coro. A pesar de la sorpresa inicial tras darse cuenta que el asesino era un hombre de Dios, los guardias lo apresaron inmediatamente y lo trasladaron a la cárcel.
El primer sacerdote sometido a un proceso civil
El suceso conmocionó a la sociedad madrileña de la época, y la pregunta que martilleaba incesablemente la cabeza de todos era: ¿por qué diantres un sacerdote había hecho algo semejante? Poco después, se supo la respuesta. Según parece, el sacerdote andaba enamorado de la modistilla, también residente en la calle de las Beatas, que le cosía las sotanas. Su pasión hacia la joven era tan grande, que el descarado cura incluso le daba serenatas ante los ojos de los demás vecinos. En una de las ocasiones, se acercó Diego muy indignado. El hombre, no dudó en afearle su comportamiento al sacerdote pronunciando las siguientes palabras: «¡Menudo sinvergüenza, este ni es cura ni es na, y mañana irá a celebrar misa!«
En ese momento, el cura criminal agachó las orejas y se fue. Aunque en realidad, se sentía lleno de rabia y rencor hacia Diego por atreverse a exponer su miseria moral ante el resto de los vecinos. Pocos días después de aquello, el cura endemoniado continuaba lleno de ira y estuvo vigilando a la víctima hasta que la vio caminando sola por Beatas y decidió terminar con su vida de una mortal cuchillada.
Sí, sentencia de muerte…pero al final…
Más que el crimen en sí, fue el motivo del mismo el que escandalizó a la ciudad de tal manera que aquel sacerdote fue el primero en ser sometido a un juicio civil. Normalmente, primero actuaba la justicia eclesiástica, que no hacía otra cosa que proteger a los suyos del escándalo sin que recibiesen castigo alguno.
Se decidió sentenciar a muerte al cura asesino. Sin embargo, la pena no llegó a ejecutarse, ya que el mismísimo Carlos III intervino para que la sentencia no se llevase a cabo. Claramente, los tentáculos de la Iglesia católica no dejaron de mover sus fichas para conseguir salvar a un de los suyos aunque rompiese los votos y traicionase los mandamientos de Dios.
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Que asco de país
Desde siempre la iglesia ha tapado toda la suciedad de los suyos y sigue y seguirá pasando