El perfecto cuentista

Decir sin matizar que en la actualidad no se practica la lectura, es una pueril simplificación del problema. Se lee, pero sobre todo en redes sociales, sin sentido crítico y lo que salte a la vista. Que casi siempre son pavoneos, exhibicionismo.

Y claro que no hay que generalizar. Para lectores de literatura es este recordatorio: incluso en tiempos de Twitter (que ahora se llama X), persisten, por ejemplo, los buenos cuentistas. Raymond Carver, Carlos Ruiz Zafón, Roberto Bolaño y, entre los clásicos, Antón Chéjov, Poe, Maupassant. El cuento, por ejemplo, es una de las más frecuentes maneras de expresión literaria en América Latina. Allí tiene entre sus más fecundos adictos a Horacio Quiroga.

Este hombre increíble, cuya vida en sí misma podría considerarse un cuento de trama implacable, ha sido incluso presentado como precursor de lo que en materia literaria llegarían a realizar después genios como Franz Kafka. Autor de unos doscientos relatos breves, Quiroga llegó a desarrollar tal maestría, que aún hoy no resulta sencillo encontrarle un émulo en lengua española. Como término a sus reflexiones sobre la técnica del cuento, elaboró y difundió un Decálogo del perfecto cuentista, especie de documento normativo para escritores jóvenes, al cual muchos siguen prestando atención a la hora de enfrentar el que quizás sea el más controvertido de los espacios de la prosa literaria.

UN ATORMENTADO INCANSABLE

Horacio Quiroga, a quien la vida enroló en una cadena de suicidios familiares que lo conducirían al propio en 1937, ha sido clasificado como «El Cuentista de la Selva», lo que no deja de ser una denigrante simplificación. Había nacido en Salto, Uruguay, el treinta y uno de diciembre de 1878, pero diversas circunstancias lo condujeron a preferir la ciudadanía argentina.

Es precisamente el Quiroga que se establece en Misiones y conoce y escribe de la selva, el más popular entre todos los hombres que fue. Pero ese Quiroga resulta en realidad un arquetipo, una cumbre fuera de foco en una obra que se labró en la angustia y la autoexigencia. El estudioso Ezequiel Martínez Estrada lo ha calificado de hombre anacrónico, teniendo en cuenta la manera en que se obligaba a la persecución de lo perfecto en literatura.

Río en la selva amazónica. blogspot.com

LA ESCRITURA PENITENTE

Escribir, para Horacio Quiroga, era realizar una subida hacia lo impoluto. Algunos lo han catalogado de asceta de la literatura, aunque tal vez en aquel ascetismo hubiera una pizca de arrogancia. Sin embargo, acorralarlo en una estética exclusiva, la de la selva, es una parcialización ignorante. Si es cierto que su obra dejó una radiografía de la región fronteriza de Misiones, en la Argentina, lo es asimismo el hecho de que sus cuentos no se dejaban encarcelar en geografías o temáticas de extensión limitada.

El gran uruguayo, quien encontró nuevos derroteros para el relato breve en español, no escapó a las embestidas generacionales. Otro genio, Jorge Luis Borges, quiso fulminarlo con un juicio inmerecido: Ha escrito cuentos que habían escrito mejor Poe y Kipling. Para lectores astutos y para quien confíe aún en hallar realización en la literatura, existe, entre grandes, Horacio Quiroga.  

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *