Fotografías: Chema Pombo
La sonrisa de la actriz Elena Martín, es tan alegre y contagiosa como pensaba. Recuerdo cuando disfrutaba desde mi casa del dúo “Virtudes”, lo mucho que me llamaba la atención cuando sonreía. La quería para mí. Se me antojaba la más atractiva y luminosa de todas las que había visto, y la codiciaba. En el Cambridge Soho Club tuvimos el placer de conocer a Elena Martín. Guapa y encantadora. Juro que no le robé la sonrisa.
Los inicios de Elena Martín
Elena, ¿qué te atrajo del mundo de la interpretación para que decidieses dedicarte a ello?
Realmente todo fue fruto de la casualidad, no tenía pensado dedicarme a ello. Mi vocación siempre fue el baile. Durante un tiempo, estuve trabajando como bailarina y profesora de baile, hasta que un día me lesioné. Entonces, en una escuela donde impartía las clases, me propusieron que recibiese lecciones de interpretación para de esta forma compensar el medio mes de sueldo. Lo hice, me gustó, y continué formándome. Como ves, en realidad fue el azar.
Una vez metida en el mundo de la interpretación ¿cómo te sentiste?
Pues al principio mal, porque la formación que yo recibí era de muchísimo sufrimiento. Se trataba de conectar con esa parte dolorosa tuya. Fue un proceso difícil, a mí siempre me ha hecho crecer más la motivación que la competición y la exigencia.
¿No disfrutaste la formación?
La disfruté poquito, era algo por lo que tenía que pasar, y me resultó duro y difícil. Disfruté mucho más cuando empecé a trabajar, aunque sí es cierto que hubo cosas durante la formación que me gustaron.
El cuerpo también habla
Elena, seguramente el hecho de ser bailarina te ayudaría a la hora de estar sobre el escenario o delante de una cámara. El cuerpo también habla, aunque haya algunos actores que se olviden de usarlo…
Sí, mira, yo ahora imparto clases de teatro, y siempre digo que el cuerpo es una parte más. Todo el ser del actor, tiene que convertirse en una maquinaria que esté en perfecto funcionamiento. La mente y el cuerpo tienen que estar trabajando al unísono para un mismo fin. El cuerpo hay que entrenarlo para que exprese, se puede estar sobre un escenario callado, y a la vez transmitiendo una serie de emociones. Debe ser el amplificador del mundo interior del actor, que no contradiga lo que expresa verbalmente.
¿Te dio seguridad, entonces, ser bailarina a la hora de actuar?
Sí, lo que pasa es que mis profesores me decían que hablaba muy mal, y que tendría mucho éxito como mimo y no como actriz. Luego, a estos profesores, cuando empecé a trabajar en televisión hablando sin parar, les dije: “¿Qué? La que no iba a ser actriz, ¿cómo te quedas?” Hay que tener cuidado con la información que se da a los alumnos.
Se les condiciona mucho si se les dice según qué cosas ¿verdad?
Cierto, porque uno tiene una perspectiva de sí mismo, y de lo que puede conseguir. Sin embargo no siempre lo ven los demás.
El casting accidentado de Elena Martín
Dime, ¿recuerdas tu primer casting?
Recuerdo el primero en el que me cogieron, que fue el de “La Orestíada”. Aquí fue donde conocí a Soledad, y me seleccionaron a pesar de estar afónica. También me acuerdo de otro, en el que me caí por las escaleras en la calle antes de presentarme. Llevaba una faldita, y se me vieron todas las bragas. Pensé que no me había visto nadie, pero luego me di cuenta de que había un gran ventanal que daba a las escaleras, me habían visto todos los del casting rodar por la escalinata.
Elena ¿los castings se hacen bien en España? ¿Se trata como se debe al actor?
Mira, en la mayoría me he sentido fatal. En general es duro, no siempre te tratan con demasiado respeto, por lo menos en los que yo he participado.
Quizás sucede más cuando uno empieza…
Cuando uno empieza y cuando no empieza. Muchas veces pecan para que no te confíes al ser una persona conocida, y hagas el mismo esfuerzo que los demás. Cosa que das por hecho cuando te presentas. He hecho castings en épocas de mucha notoriedad de “Virtudes”, y notaba que se endurecían más conmigo.
Soledad Mallol y Elena Martín, Las Virtudes
Cuéntanos, ¿cómo nació el proyecto de “Virtudes”?
Como ya te he comentado, Soledad y yo nos conocimos en el año 85 en “La Orestíada”. Estuvimos todo el verano con la obra, nos llevábamos muy bien, y empezamos a hacer una versión cómica de la obra. Todo el mundo se reía muchísimo, y nos comentaban que teníamos que montar algo juntas. Finalmente, decidimos montarlo mientras seguíamos presentándonos a castings. La idea era hacerlo los fines de semana, que fuese una especie de ayuda mientras seguíamos buscando más trabajo. Era un espectáculo de calidad, con mucho curro, y empezó a funcionar estupendamente desde el principio. Todos los garitos de la movida se llamaban entre sí para que nos contratasen, también conseguimos actuaciones fuera de Madrid, y finalmente nos llamaron para ir a la televisión. Fue todo rodado.
Una curiosidad, ¿vuestra peculiar estética os acompañó desde el principio?
Sí, desde el principio. Decidimos hacer algo que antes no se había hecho, parecer gemelas, así que nos pusimos una peluca para asemejarnos. La estética años 20, era algo que nos gustaba a las dos. Es gracioso, pero hoy en día la gente sigue creyendo que somos hermanas, y que la peluca es nuestro pelo.
¡La peluca protectora!
Elena, tuvísteis una gran fama ¿la gente se comportaba de manera molesta?
En general no, pero la verdad es que sin la peluca a la gente le costaba reconocernos, sobre todo a mí.
¿Entonces la peluca os servía de protección?
Sí, porque incluso después de la actuación, la gente nos preguntaba a nosotras por el camerino de “Las Virtudes”. Recuerdo que en el ascensor de la casa de mi madre, un vecino que me conocía desde pequeña me dijo: “Sé que no eres una de “Las Virtudes”, pero hay que ver cómo te pareces”. La verdad es que la peluca nos protegió mucho, pero nosotras nunca hemos sido estrellas, sino personas populares, que es distinto. El público siempre nos ha visto como a alguien muy cercano.
El haber estado dedicada al humor, ¿hizo que costase que te ofrecieran papeles en otros registros?
Es verdad que me ha costado, lo que pasa es que “Virtudes” me ha dado tanto, que si me ha perjudicado o no es algo que no me planteo. Igual me encasillé, pero también puede ser que sin el dúo no hubiese conseguido tanto. En todas las cosas hay pros y contras, pero “Virtudes” me ha compensado mucho.
No hay papeles para mujeres de más de 40…
Cambiando de tema ¿piensas que faltan mujeres escribiendo sobre mujeres? Y sobre todo de mujeres de más de 40…
Mira, yo llevo haciendo papeles de madre con hijos de 20 años, desde los 30. Es dramático. No sólo hacen falta mujeres que escriban sobre mujeres, sino también directores, guionistas y productores que se decidan a apostar por ello. Personajes masculinos de 50-60 años, los hay a montones, incluso se les permite estar envejecidos y con bolsas en los ojos. En cambio, solo ves mujeres de 20-30 años haciendo papeles donde encajan las actrices de 50-60. No hay papeles de mujeres de 40 años, luego están las actrices de 50 que aparentan 30. Esta debería ser la profesión donde la gente se operase menos, porque tú tienes que representar la vida real. Yo no quiero aparentar 30 años, porque tengo 52. Me gusta mantenerme joven, pero si tengo arrugas ¿por qué tengo que quitármelas? ¿Por qué tenemos que aparentar lo que no somos?
Elena, ¿crees que las redes sociales está perjudicando a la profesión? Ya sabes que muchos productores eligen a los intérpretes dependiendo de los seguidores que tengan…
La gente que se dedica a esto para hacer dinero, lo que busca es obtener una repercusión económica, y eso se lo va a dar la gente con muchos seguidores. Luego están los que buscan hacer cosas más artísticas. A mí las redes sociales me producen cierto rechazo, nos estamos acostumbrando a ser exhibicionistas y voyeristas.
¿No piensas que se usan tanto porque nos sentimos muy solos?
Puede ser, la soledad es el sentimiento que más nos produce dolor. Una red social te puede hacer ver que eres interesante para los demás, que perteneces a un grupo y no estás solo…pero realmente es algo muy superficial. En las redes se opina mucho, y a mí eso me interesa poco. Lo que me engancha es aquello que sientes, porque es una verdad profunda de ti.
El arte de prestarnos atención
Leyendo tu biografía, me ha impactado el hecho de que tú desde pequeña podías percibir el dolor de los demás, e incluso las capacidades que tiene la gente de tu alrededor y de las que ellos no se han dado cuenta. Háblame un poco de esto.
Yo pensaba que las cosas que percibía, las percibía todo el mundo, luego te vas dando cuenta de que no es así. Si todos pusiéramos más atención en los demás, podríamos hacerlo. Cada uno especializa su atención en determinadas cosas, en la música, en las matemáticas, en el pensamiento concreto…yo me especialicé, desde pequeña, en captar sensaciones de los demás, y en observarlos. Algo que me ha servido de mucho para la labor de interpretación. Cómo te he comentado, estoy impartiendo clases de teatro, y siempre empiezo el curso haciendo que los alumnos salgan al escenario uno a uno, y entre todos digamos las cualidades que vemos en ellos. ¡Es alucinante la precisión con la que se dicen las cosas!
El problema es que ni nos miramos, ni nos escuchamos demasiado…
No, y además lo que hacemos es percibirnos es un aspecto poco halagador para nosotros y para los demás. Estamos enfocados a la caza de aquello que no nos gusta. No se trata de estar siempre alegre y optimista, sino de aceptar las cosas con naturalidad. Además, desde que nacemos se tiende a compararnos y exigirnos, entonces uno crece con la sensación de que está defraudando, y que nos tenemos que sentir culpables por algo que ni siquiera sabemos qué es. Esto hace que alimentemos nuestra exigencia, y por lo tanto, tendemos a estar pendientes de aquello que no hacemos bien. Dicha exigencia ocupa tanto espacio en nosotros, que dejamos muy poquito al resto. Esto nos sucede también con los demás.
Deseo de ser visibles
Yo me fijo mucho en la gente en el metro, y estoy segura de que muchas cosas que pienso sobre ellos son ciertas…
No lo dudes, si pudiéramos mirar con tranquilidad a una persona, sabríamos detalles sobre ella que nos sorprenderían. Yo también lo hago, y luego les he preguntado a riesgo de parecer una loca.
¿Responde bien la gente?
Sí, es la manera de aprender. ¿Y sabes lo que he descubierto? Que la mayoría de la gente llora, porque hay mucha necesidad de que nos vean de verdad.
Elena Martín, alegróloga (que no alergóloga)
Elena, tú además de actriz eres alegróloga. Has hecho un gran viaje a tu interior, investigado sobre la alegría, e impartido talleres, ¿ha sido un camino duro?
Desde pequeña veía mucho sufrimiento a mi alrededor, por circunstancias familiares, sentí que tuve una infancia dura. Lo pasé mal. Por un lado sentía mucha fuerza, y por otro era consciente de que tenía que currármelo para no perderme en el camino. Hubo momentos en los que me asusté, porque vi que era fácil caer en depresiones grandes. Entonces me puse las pilas para buscar un proceso en el que me sintiese bien, y pudiera seguir conectada con esa alegría que tuve desde niña. Comencé a tomar contacto con grupos espirituales, chamanes, lamas, maestros sufíes, hindúes… Descubrí y aprendí muchas cosas. Además, sentí que volvía a conectarme con la alegría. Fue un viaje emocional muy intenso, entonces decidí diseñar un taller para compartir lo aprendido. Me llamó una amiga para que lo impartiese en un centro donde estaban ingresadas chicas con anorexia, me encantó la experiencia.
Cuéntanos tus proyectos
Mira, tengo dos libros en proyecto. Además estoy impartiendo clases de teatro en Lanzarote. Me he dado cuenta de que a través del teatro, puedo enseñar el resto de las cosas. Mis clases están enfocadas tanto para el que quiere ser actor, como para el que desea emprender un viaje a su interior, o tiene problemas de timidez, o desea pertenecer a un grupo. Trabajo mucho el aspecto emocional en las clases. También continúo con “Las VIrtudes”, y haciendo más colaboraciones como actriz.
La película favorita de Elena Martín
Pasemos a la segunda parte de la entrevista, háblanos de una película que ames.
Hay muchas películas que me han dejado huella a lo largo del tiempo, una de ellas es “2001: una odisea en el espacio”(1968, Stanley Kubrick). Aunque no la entendía del todo en un principio, fui a verla un montón de veces, porque había algo en ella que me atrapaba e incluso marcó profundamente. Más recientemente me conmovió la película “Madre e hijo” (1997, Sokurov), una película que son cuadros en movimiento, no hay diálogo, pero se transmiten muchas emociones.
¿Eres de versión original?
Verás, tengo una asignatura pendiente con el inglés, y pienso irme a una residencia bilingüe para aprenderlo bien. Aún así me gusta verlas en versión original subtitulada, es más rico e interesante.
Ha sido tan agradable hablar con Elena Martín, que me encantaría repetir en cuanto ella pudiese. Pero sin grabadora, como amigas, para compartir y expresar lo que sentimos. Efectivamente la alegría la lleva en la mirada, cuando habla, e incluso cuando está en silencio. Un placer, y millones de gracias.
Grandísima Elena Martín!! Siempre agradecida contigo
Su película preferida «2001…», nunca lo hubiera imaginado. Interesante entrevista.