Gene nació un caluroso mes de agosto de 1912 en Pittsburgh. Su padre vendía fonógrafos. Era una familia muy humilde a la que le costaba llegar a fin de mes. La madre, rápidamente notó que sus cinco hijos tenían talento para el baile y tras alentarlos para que tomaran clases, decidió crear «The five Kellys». Bailaron juntos durante un tiempo hasta que el grupo se convirtió en un dúo formado por Gene y su hermano Fred. Tiempo después, el actor decide estudiar Económicas en la Universidad. Le costó terminar la carrera porque justo entonces estalló la gran depresión de 1929 y en casa tuvieron que hacer malabares para poder comer todos los días. Finalmente se licenció, y tras unos años duros consiguió montar dos academias de baile que le funcionaron bastante bien.
Un sólo sueño: triunfar como bailarín
A pesar de que no le iban mal las cosas, Kelly sentía que necesitaba mucho más. Decidió buscar el éxito en Nueva York. Tenía muy claro que no descansaría hasta ser reconocido como un gran bailarín. Inmediatamente consiguió trabajo en Broadway y triunfó por todo lo alto con el musical «Pal Joey». Es ahí donde conoce a Stanley Donen, quien entonces era uno de los bailarines del coro, y decide que se convierta en su ayudante. Pronto se fijó en él la Metro, y en 1942 protagonizó junto a Judy Garland «Por mi chica y por mí «. Después llegó «Las modelos» de Vidor, en la que baila consigo mismo en un número llamado «Alter Ego». Kelly comenzaba a mostrar todo su talento. Su manera de bailar era absolutamente novedosa y estaba llena de acrobacias que entusiasmaban al público. Inolvidable su onírico número musical junto al mítico dibujo animado del ratón Jerry. Llegó a realizar grandes números utilizando patines o una simple escoba. Era un absoluto genio.
Su época dorada
En 1946 consiguió el Oscar por «Levando anclas», mítica película dirigida por Sidney y en la que compartió cartelera con Frank Sinatra. Repetiría con él en 1949 con «Un día en Nueva York», dirigida por Donen y el propio Kelly. Sin duda, las décadas de los 40-50 fueros años de gran éxito para el bailarín en los que consiguió brillar como una gran estrella. Nos regaló títulos como «Un americano en París», «El pirata», «Cantando bajo la lluvia», «Los tres mosqueteros»… este último, un film no musical donde Kelly también demostraba que podía ser un buen actor en otros géneros.

Con la llegada de los años 60, la luz de Gene se desvaneció un poco. Sin embargo, aún así, hizo maravillas como «La herencia del viento». Un film que tampoco era un musical y en el que interpreta a un periodista de carácter cruel, divertido e irónico. Como director, nos regaló las deliciosas «Hello, Dolly!» y «El club social de Cheyenne». Dos genialidades cinematográficas que recomiendo ver si te encuentras especialmente triste y abatido. Su última aparición en el cine fue en «Xanadu», realizando un estupendo número musical junto a la inolvidable Olivia Newton-John. La película no tuvo ningún éxito, pero la banda sonora musical fue todo un bombazo. Hasta su muerte en 1996, Gene Kelly continuó colaborando en algunos episodios de series de televisión, participando en documentales y recibiendo homenajes a toda una vida dedicada al arte.
¿Y qué hay de su vida amorosa?
Todos lo amantes del cine sabemos que estuvo casado con la estupenda actriz Betsy Blair, a la cual conoció cuando ella tenía solo quince años y él veintisiete. Fueron precisamente quince los años que duró su matrimonio, ya que en 1957 ,cansada de ejercer sólo cómo madre y esposa, Betsy decidió que ahora le tocaba a ella lucirse como actriz y dedicarse más a su vida profesional. Pocos años después, Kelly se casó con Jeanne Coyne. Su matrimonio duró trece años y tuvieron dos hijos, en esta ocasión fue la muerte quien los separó. El actor quedó devastado, pensaba sobre todo en lo pequeños que eran sus hijos y en lo mucho que iban a sufrir sin su madre. Así que se dedicó a ellos en cuerpo y alma. Las décadas volaron, y en1990 volvió a encontrar el amor junto a Patricia Ward. Una vez más pasó por la vicaria. Ella tenía treinta años y él setenta y siete. Sus hijos se negaron a acudir al enlace.

Genio…¡y gran tirano!
En una ocasión, el marido de Cyd Charisse contó que sabía si su esposa había estado trabajando con Kelly o Astaire dependiendo de cómo traía las piernas al llegar a casa. Parece ser que Gene era tremendamente duro y despiadado a la hora de ensayar con sus compañeros. Nunca estaba perfecto. Siempre pedía más sin importarle cómo se encontraban físicamente los demás. Era un hombre muy inseguro a pesar de su gran genialidad. Stanley Donen, se negó a participar en un documental homenajeando al bailarín cuando éste murió. El director y coreógrafo había recibido bastantes puñaladas traperas por parte de Gene y no quería ni oír su nombre.
Debbie Reynolds, que baila feliz y sonriente en «Cantando bajo la lluvia», terminaba con los pies ensangrentados y llenos de contusiones tras cada día de rodaje. Esther Williams tampoco recordaba a Kelly con demasiado cariño, ya que le obligaba a permanecer encorvada cuando trabajaban juntos para evitar que pareciese más alta. El bailarín medía un metro setenta.
Gene Kelly era un hombre extremadamente culto. Leía a la vez que respiraba y podía conversar sobre cualquier tema. El problema era que le gustaba más humillar a los demás alardeando de su gran cultura que compartir sus conocimientos. Todos sus amigos contaban que era obsesivamente competitivo y necesitaba siempre ser el vencedor. Por culpa de esta obsesión, organizaba en su casa competiciones de todo tipo con sus amigos famosos. Acabaron hasta la peineta de él. No buscaba pasar un rato divertido con ellos sino aplastarlos con su victoria. Ni que decir tiene que la mayoría acabó poniendo mil excusas para declinar todas sus invitaciones. Gene Kelly era un genio, pero como les ocurre a muchos que tienen la suerte de serlo, su egolatría no le dejaba ver más allá de sus zapatos de claqué.
¿Por qué estaban todos como una regadera?
Pero cierto es que fue irrepetible.