Fotografías: Diego Pombo y Chema Pombo
En otoño, la luz en Madrid es especialmente hermosa. Todo parece más relajado, y los colores ocres y rojizos se hacen dueños de la ciudad invitando a dar largos paseos meditabundos. Sin duda, el paisaje ideal para encontrarnos con el actor Guillermo Manuel Ortega. Su espigada figura era el componente que faltaba para crear un cuadro de Afremov. Guillermo es cortés y elegante, todo un caballero del siglo XIX. La verdad, resulta muy agradable.
Los inicios de Guillermo Manuel Ortega
Guillermo, ¿en qué momento decidiste embarcarte en la aventura de la interpretación?
La verdad es que desde pequeño me había sentido atraído por ella, y cuando descubrí que existía la carrera de Arte Dramático vi una puerta abierta. Una compañera del grupo de teatro en el que estaba comenzó a hacerla, entonces me lo planteé en serio y tire para adelante.
¿Encontraste apoyo en tu entorno?
No, mi familia no estaba de acuerdo, y durante un tiempo tuve que combinar la carrera de Derecho con la de Arte. En tercero decidí que no quería ser abogado y me dediqué completamente a la interpretación. Me costó convencer a los míos, pero al final lo aceptaron.
Una curiosidad Guillermo, ¿era más fácil acceder a los castings cuando empezaste que ahora?
Es una pregunta difícil de responder. Cuando tú empiezas es todo bastante complicado porque no conoces a nadie, no tienes representante y desconoces como funciona la industria. Ahora hay más gente, más herramientas, y creo que se hace todo mejor porque se ha profesionalizado más el tema. En su momento acudí a castings extraños, donde éramos más de cincuenta personas y teníamos que esperar durante horas, con lo fácil que es dar turnos. Actualmente está todo más organizado.
En ocasiones los espectadores tenemos la impresión de que solo actúan cuatro en este país…
Pero eso no es culpa de los directores de castings, suelen ser muy valientes y probar opciones diferentes. El problema viene de los de arriba que no se atreven a arriesgar o no lo ven claro. En nuestro oficio hay dos tipos de personas muy necesarias: las artísticas y las que no lo son. Estas últimas buscan hacer algo controlado, que sepan que vaya a funcionar, las personas artísticas saben que eso no es posible. En este mundillo no existen reglas fijas.
La dureza y la magia del teatro
Me he dado cuenta de que los actores más mediáticos hoy en día no suelen hacer teatro, ¿crees que siente miedo a exponerse sobre un escenario?
Verás, el teatro es complicado y duro. Tienes que enfrentarte todos los días a un espectáculo, un público, un personaje… y debes afrontar que no siempre te va a salir bien porque es imposible. Nunca me cansaré de decir que a los actores no hace falta pagarnos plus de productividad, siempre damos lo máximo. Pero incluso esto no es suficiente, porque en el teatro hay que vivirlo día a día. Da igual que en el estreno estuvieras brillante, es necesario que estés a la altura en todas las funciones.

¿Es una satisfacción efímera la que produce el teatro?
Sí, y una exigencia brutal. Como te he dicho es duro, pero también maravilloso cuando se produce una comunión con el público.
¿Alguna vez os olvidáis de que hay gente al otro lado del escenario?
En ocasiones, pero te suele suceder durante unos segundos. Lo primero que aprende un actor es a poner la atención en cualquier tema menos en que hay gente mirándote. El espectador lo que quiere es ver es que suceden cosas, no verte a ti preocupado porque te miran.
Guillermo, ¿en qué medio te sientes más libre?
Depende, no es tanto el medio como con quién y qué. También depende del personaje que hagas, el medio es lo de menos. Aunque es cierto que el teatro es muy especial.
¿Cuando comienzas un nuevo trabajo te gusta conversar mucho con el director y los compañeros o eres más introspectivo?
Soy más de escuchar, no me gusta hablar mucho. Me gusta más observar lo que va sucediendo, lo que se dice, ver qué está pasando en la calle, leer… No suelo tener grandes conversaciones, prefiero probar cosas en los ensayos y que el director me diga qué le parece. A veces nos perdemos en las palabras.
«He llegado a padecer enfermedades que tenía el personaje»
¿Cuál es tu proceso creativo hasta llegar al personaje que deseas mostrar al público?
Lo primero que hago mientras lo leo, es tapar lo que dice o cómo reacciona mi personaje e intentar adivinarlo, y así saber por dónde va. De esta manera compruebo si su lógica se parece o no a la mía. Voy anotando lo que me llama la atención y dando cuenta de lo que va pasando. Me encanta que en la primera lectura me vayan sorprendiendo. También me ayuda mucho a construir el personaje lo que el resto te dice o hace, o no dice ni hace. Este sería el primer paso, luego te vas adentrando en la época en la que vive, las relaciones con los demás, sus características físicas…
¿Alguna vez te has metido tanto en un personaje que te ha llegado a afectar emocionalmente?
Sí. Tengo mucho peligro con eso, porque me suele influir la forma de hablar, de vestir y ciertos comportamientos del personaje. En ciertas ocasiones he llegado a padecer enfermedades que tenía el personaje.
¿Has somatizado?
Sí. Sobre todo en teatro, me fagocitan mucho los personajes por el hecho de hacerlo cada día. Si tú estás en escena matando a alguien diariamente durante seis meses, te acaba haciendo mella.
¿Y cómo te proteges de eso?
En mi caso trato de hacer meditación o yoga, de esta manera me coloco en la tierra y evito que el personaje me enguya.
Guillermo, con Paco en “Aquí no hay quién viva” alcanzaste un gran éxito y fama ¿ te costó gestionarla? ¿Conseguiste que se te abrieran las puertas a más trabajos o te encasillaron?
En un principio llevé mal la fama, pero no por la gente, sino porque no supe cómo gestionarlo. Ahora no tengo ningún problema, lo llevo estupendamente. Con respecto al trabajo, es inevitable que cuando no te conocen, y de repente tu personaje se convierte en emblemático, tiendan a verte en ese tipo de papel siempre. Luego hay otros que ven más allá y te llaman para cosas diferentes.
La película preferida de Guillermo
Por cierto Guillermo, ¿por qué TVE trata tan mal a la serie “La República”?
No lo puedo entender, quizás exista un trauma con la palabra república. Es una serie que trata de una parte de nuestra historia de una forma entretenida. No es polémica desde el punto de vista político.
¿Qué proyectos de futuro tienes?
Lo lamento, pero estoy esperando noticias y no puedo contarte nada.
Por cierto, ¿también te interesa escribir y dirigir?
Escribir me gusta mucho. En su momento escribí una pieza de microteatro, que dirigí yo también. Me gustó la experiencia, aunque es difícil coger al espectador en cinco minutos. Crear personajes es algo que me encanta, lo que pasa es que no siempre consigo escribir una historia tan interesante cómo para mostrar a los demás.
Pasemos a la segunda parte de la entrevista, ¿cuál es la película de la historia del cine que más te gusta?
“Gilda” (1946, Charles Vidor) es mi favorita. Es una película que me hipnotiza de principio a fin. Me entusiasma la historia, y enamora el trío protagonista. Es estupenda esa historia tan truculenta dónde se cuenta el amor que se tienen ambos a través del odio. La vi por primera vez a los 18 años, cuando tuve que hacer una secuencia de la película en clase.
¿Qué secuencia elegirías?
Aquella en la que ella está tocando la guitarra y él se despierta. Es tarde y tiene que llevarla a casa, está muerto de celos pero intenta disimularlo. Es la que me tocó interpretar.
Ha sido todo un placer pasear por las calles de Madrid junto a Guillermo Manuel Ortega, saber más cosas sobre él y haceros partícipes a todos vosotros. Espero que la disfrutéis leyéndola tanto como yo escribiéndola. Gracias Guillermo, nos vemos por los escenarios.
