Ha muerto Milan Kundera, el último gran exiliado de Europa del Este y yo, para homenajearlo, releo La broma. Y que se sepa: la de exiliado no es una condición que dé prestigio; cambiar de hogar en tales circunstancias es una necesidad. A los 94 años, en la ciudad de París, murió Kundera. La Academia Sueca de la Lengua lo pospuso año tras año, con meticulosa inquina. No era carne de premio Nobel. Algo faltaba, no en su obra, sino quizás en su persona. O siempre hubo cuentas por saldar, vaya uno a saber, aunque los premios son eso: contingencias con cierta lógica.

Narrador, ensayista, dramaturgo, poeta y músico, nació en 1929 en la ciudad checa de Brno. Con la publicación de La broma en 1967 firmó su sentencia. La novela había captado la esencia de los sistemas totalitarios, una de cuyas características es que se llevan mal con el humor. He aquí su argumento: un joven, en la Checoslovakia comunista, envía una tarjeta postal en la que se declara seguidor de León Trotsky. De inmediato el estado se le vuelca encima, lo sacan de la universidad, lo marginan. El propio Milan Kundera sufriría un destino similar.
NO ME LLAMEN DISIDENTE
Los años (y las obras) demostraron, eso sí, que no se trataba de un exiliado estándar. La calidad literaria de Kundera lo convierte en uno de los grandes narradores de la contemporaneidad. Es por eso tal vez que, en sucesivas entrevistas, insistió en no ser catalogado como disidente. La explicación, por lo que parece, no era política. Al checo le preocupaba que se redujeran sus libros a mera denuncia, a panfletos sin la capacidad simbólica de la literatura.

A su colega, el norteamericano Philip Roth le dijo en una conversación que una novela es un fragmento largo de prosa sintética, donde se experimenta con personajes inventados. Y añadió: «…fragmento autobiográfico, hecho histórico, vuelo de la fantasía». Esas tesis fueron probadas con tenacidad en sus novelas, espléndidos ensayos sobre el ser, en una cotidianeidad que, de repente, puede quedarse sin sentido.

Casi toda la obra de Milan Kundera ha sido traducida al español y publicada en España. En Tusquets han aparecido La broma, El libro de la risa y el olvido, La insoportable levedad del ser, La fiesta de la insignificancia y La identidad. En 1988 el estadounidense Philip Kaufman estrenó una versión cinematográfica de La insoportable levedad del ser, con Juliette Binoche y Daniel Day-Lewis en los papeles principales.