No era la primera vez que Nahel, un muchacho de diecisiete años, había tenido problemas en controles de carretera. Le habían parado en cinco desde el 2021. En septiembre, estaba obligado a acudir al tribunal de menores por haberse negado a cooperar cuando le pararon en uno de ellos. El 27 de junio Nahel se topó una vez más con un control policial de carretera. Al muchacho le encantaba correr con los coches, y cuando la policía le dio el alto por conducir a excesiva velocidad decidió salir huyendo. Uno de los agentes reaccionó disparando. Nahel murió tras recibir un balazo en el tórax.
El policía fue detenido y acusado de homicidio. No era normal que hubiese respondido de esa manera tan violenta ante la fuga de Nahel. El muchacho no iba armado, ni era conocido por estar metido en asuntos turbios. Eran las nueve de la mañana. Corría demasiado con el Mercedes y no quiso parar ante un control policial. Fue algo grave, sin duda, pero en ningún caso tanto como para que le costase la vida.

Nahel vivía junto a su madre, en el barrio obrero Pablo Picasso de Nanterre. La gran pasión del muchacho era el rugby, y también estaba inscrito en una escuela para prepararse como electricista aunque no acudía demasiado a clase. Era hijo único. Todos los vecinos del barrio hablan bien de él. Cuentan que era una persona que intentaba integrarse y no se metía en líos. Sin embargo, solía conducir sin tener carné y a gran velocidad. Su muerte fue un mazazo para el barrio.
Arde París
En cuanto se conoció la muerte de Nahel a manos de la policía, se dio por hecho que había sido un acto racista. El muchacho era de origen argelino, suficiente para prender la mecha entre los inmigrantes y minorías en París. De la capital gala, se extendieron las protestas a otras ciudades del país.
Se ha detenido a más de 3.500 personas. Muchos de los manifestantes se dedicaron a destruir el mobiliario urbano, quemar coches y usar pirotecnia para crear confusión y temor. En ciudades como Marsella, la violencia ha sido de tal magnitud que se consideró necesario sacar los tanques a la calle. Los saqueos también han estado a la orden del día, y muchos ciudadanos franceses se vieron obligados a defenderse.

Está claro que a río revuelto ganancia de pescadores. Aprovechando la revuelta, grupos de delincuencia organizada cometieron todo tipo de tropelías amparándose en el caos reinante. El 30 % de los detenidos son menores de edad , y más de la mitad de los apresados no estaban fichados por la policía. El gobierno ha intentado ser firme y a la vez no crear más crispación. Todo un ejercicio de funambulismo. También han intentado apelar a la responsabilidad de los padres al ser menores una gran parte de los maleantes. Ellos deben controlar a sus hijos y no esperar a que lo haga el Estado para después quejarse.
Una policía agotada y mal remunerada
Los sindicatos policiales no se han mantenido callados ante la situación. En un primer momento, apoyaron la manera de actuar del agente detenido, pero terminaron rectificando. Eso sí, aprovecharon para contar a la opinión pública la situación en la que se encuentran muchos integrantes de los cuerpos de seguridad del Estado. Según publicó el diario «El Confidencial», los agentes se ven sometidos a interminables jornadas laborables, un mal sueldo y falta de efectivos. Además, no se sienten respaldados por el gobierno.
Lo más terrible de todo es que los suicidios han aumentado entre los agentes. Algunos, incluso han llegado a acabar con su vida en los vestuarios de la comisaria tras terminar su jornada laboral. Es imposible de imaginar el nivel de estrés al que puede estar sometida una persona para llegar a semejante extremo. En el 2019, según las estadísticas se suicidaba un policía cada cuatro días. Un año antes, el gobierno ya había lanzado un plan de prevención ante tan escandalosos datos. La situación no parece haber mejorado demasiado desde entonces. Y lo más terrible es que en muchas revueltas y manifestaciones a la que se enfrentan los cuerpos de seguridad se les intenta provocar al grito de «¡Suicidaos!».
¿Es el Estado culpable?
El problema no podrá resolverse mientras el Estado no quiera responsabilizarse de la situación de los agentes. No solo su sueldo es bajo sino que no les pagan las horas extras. Trabajan casi todos los fines de semana, no tienen vida más allá de los delitos a los que deben enfrentarse. Sin duda, el único culpable de la muerte de Nahel es el policía que apretó el gatillo, pero ante los datos expuestos me pregunto si ese día estaría en condiciones de ejercer su profesión.
¿Se sentía tan emocionalmente agotado que fue incapaz de reaccionar de otra manera? ¿Aquellos que aseguran que es un homicidio racista están convencidos de que si Nahel hubiese sido rubio, de ojos azules y de origen cien por cien parisino no hubiera actuado igual? ¿Es la Francia de la libertad, igualdad y fraternidad, un país racista? ¿Los agentes de los cuerpos de seguridad del Estado están siendo tan presionados que podrían llegar a convertirse en un peligro para el ciudadano? No creo que nunca recibamos una respuesta.
