película "Plácido"

Ha habido mucho ajetreo últimamente en casa. Sin ir más lejos ayer, la pequeña gatita y yo, nos hemos pasado la mayor parte del tiempo escondidos, mientras un grupo de personas venían a cenar con mi humana. Creo que estábamos en época navideña, porque la casa estaba invadida de luces de colores, y adornos con los que me apetecía mucho jugar. Lo he intentado más de una vez, pero los berridos que me soltaba la humana dejaron claro que era mejor no hacerlo.

La cena no debía ser demasiado divertida, ya que desde debajo de la mesa, pude observar la cara de aburrimiento de mi protectora. Bostezaba, no paraba de moverse trayendo y recogiendo los platos, los demás soltaban risotadas estridentes…pero ella no esbozaba ni más leve de las sonrisas. Viendo su malestar me decidí a salir. Posé mi patita en su rodilla y le maullé con cariño. La humana comprendió, entonces me alzó en brazos para besarme.

Comensales pesados

El resto de los comensales la miraron con asco, como si yo fuese un trozo de pelusa que apenas se hubiese llevado a la boca. Fue un sensación realmente desagradable, y me recordó mi época de callejero. Cuando no tenía hogar, cuando muchos humanos me tiraban piedras porque les resultaba ingrato, o me intentaban cazar para matarme. Por un instante pasé miedo.

Ella me abrazó con fuerza, y ante algún comentario despectivo hacia mí respondió: “Esta es su casa, puede hacer e ir donde quiera. Es un miembro más de la familia, y va más limpio que alguno de vosotros”. Sentí que era el gato más amado del mundo, el más protegido. M acurruqué aún más en su regazo, con un ojo cerrado y otro abierto. Los invitados no hablaron más, se fueron levantando poco a poco de la mesa hasta dejarnos a solas.

Fue el mejor de los momentos. Los tres juntos en el sofá, media luz y la película de “Plácido” en la televisión. Las mejor de mis navidades, por primera vez me sentí realmente en familia.

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