Dieciséis años duró el sortilegio ―o la pesadilla, según quién― de la saga de José Luis Torrente, responsabilidad de Santiago Segura y, en su conjunto, el éxito comercial más sonado del cine español. Como era de esperar, no siempre coinciden la crítica y lo recaudado. Hay consenso en que la mejor lograda de las cinco entregas es la primera: Torrente, el brazo tonto de la ley. De las tres posteriores se habla con menos entusiasmo, el que se recupera en la última, Operación Eurovegas.

EL REY DEL LUGAR COMÚN

Algunos analistas o sencillos espectadores ―que no es poco―, postulan que en la actualidad sería cuando menos engorroso llevar a cabo un proyecto como la saga del detective desahuciado e imparable, al que da aliento el propio Santiago Segura. Es un perdedor que no puede ser derrotado, para aprovechar el oxímoron, pero concentra en sí los peores rasgos del buscón moderno. En efecto, aparte de su militancia acérrima en el Atlético de Madrid y de su adoración por El Fari, Torrente es misógino, homófobo, racista, mentiroso, ladrón y despiadado; un antihéroe que va a saltos de uno a otro lugar común, pero a la larga consigue salvar el pellejo. Mientras tanto nos divierte o nos exaspera.

EXPULSADO DESHONROSAMENTE

La filósofa, narradora y ensayista norteamericana Susan Sontag ha acuñado la frase: «Es tan malo, que es bueno». Dicho así pareciera que, al dar una vuelta en redondo, cualquier propuesta artística nos tendría que hacer pensar que no es posible acometer el disparate por el disparate. Pues sí, respetabilísimo lector, me atrevo a dejarte mi opinión: la saga de José Luis Torrente, el detective expulsado de la policía resulta, en su conjunto, una propuesta eficaz. Por divertida, por desprejuiciada, porque con el juego que nos propone nos tienta a buscar en sí mismos al ruin que por momentos hayamos podido ser. Todo sin la más mínima intención moralizante, porque en el humor moralizar desmoraliza, para decirlo con un poco de pedantería.

Con su pandilla de estrafalarios, con sus proyectos sin pies ni cabeza, con su egoísmo proverbial Torrente normaliza la exageración, el aspaviento, los golpes de suerte ―o de infortunio― que sabemos inverosímiles, pero aun así nos divierten, quizás por esperados. Va hacia lo típico, pero en sentido inverso. Vuelve para advertirnos que de cualquier esquina puede ―más en bruto o más sofisticado― brotar un Torrente.

Un comentario

  1. Coincido totalmente yo soy de aquellos lectores a los cuales les encantó esta saga soy de los que vi que todo lo malo que podía ser o dicho en ella era aposta, apra mi acierto total

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