—Ya llego.—Dijo Irene al tiempo que pedía un café con leche y una tostada con todo.

—Buenos días. ¿Qué tal anoche?

—Bien, tranquilos. Vinieron mis hermanos a casa y vimos la película de Paco Plaza «La hermana muerte».

—Ostras… Yo la vi el otro día. ¿Qué te ha parecido?—Pregunto María tomando un sorbo de café.

—Bueno… La fotografía muy bien. Pero la película no me pareció buena.

Entre sorbo de café y bocado a la tostada, hablan sobre la película.

La música del comienzo a las dos les creó expectativas de que la película prometía ser buena.

Están de acuerdo que para ser una precuela de la película de Verónica, que solo apareciese al final les dejo desencantadas. Es de esas películas que va por un camino, pero luego la historia resulta que es otra. Predecible. Plana. No da tiempo a empatizar con nadie. Los efectos especiales en algunas secuencias les han gustado. Analizan los fallos del film. De los protagonistas la única que les cae bien es la niña, con esa carilla. Qué fallo garrafal lo que le hacen a la pobre niña. Comentan que es una película regular que tiene varios fallos como ese. 

El principio es lo mejor de la película, es muy Garabandal. Lo de las niñas cántabras que vieron a la virgen; que caminaban de espaldas, con el cuello echado para atrás, en una postura imposible y los ojos volteados. El inició de la película se le da un aire. 

—¿Y lo del confesionario? ¿Quieres otro café?

—Sí, un cortado. La ves y te quedas sin más.

Lo único que se salva de la “La hermana muerte” es la fotografía. Pero ambas están de acuerdo que por lo demás no es lo que se esperaban y que no vale nada.

Una tarde con “La hermana muerte” de Paco Plaza
Si quieres ver el tráiler de la película, lo puedes hacer aquí.

—¿Recuerdas que murió mi abuela paterna hace unos meses? ¿Lo recuerdas? Desheredó a la familia entera menos a una hija y un primo mío, que han heredado las propiedades y toda la pasta. Según mi padre le comieron la oreja e hizo lo que ellos quisieron, pero ella fue consentidora porque estaba en plenas facultades mentales.

“Esta última semana mis padres están despertándose cada noche a la misma hora, porque se caen las fotos que tienen colgadas en la pared. De 20 fotos enmarcadas, solo se caen 5, cada día una foto diferente. Una foto de mi padre, la de la boda de mis padres, el de la heráldica del apellido de mi padre, una foto de mis abuelos paternos y una foto en que la salimos mi hermana, mis tres hermanos y yo.

“Mi padre, cada vez que se cae una foto, dice mi madre que él mirando al hueco donde estaba la foto y después al suelo donde ha caído grita: “¡hija de puta!”

Yo le digo: papá, mientras digas eso, seguirá tirando fotos.

—¿Pero esto les pasa al resto de la familia o solo a tu padre?—Le interrumpe Irene el relato, mientras el café se le enfría absorta por el relato tan fascinante de María.

—No sabemos si les pasa al resto. Yo creo que al menos a una de mis tías le debe estar pasando algo parecido. Tengo mis sospechas, cuando anteayer estuvo en casa de mis padres, dice mi madre que con cualquier ruido se sobresalta y miraba rápidamente a las paredes.

—Anda que desheredar a tu padre y venir ahora con esos sustos. A molestar desde el otro lado…

—Eso dice mi padre. —Le responde María, dejando con cara desagradable la tacita en el platillo al comprobar que el café se ha enfriado. —¿Qué quiere? Yo le he dicho que hable mentalmente con ella. Que se desahogue diciéndole todo lo que piensa sobre los veinte años antes de morirse y sobre que no le dejase ni una sopera en herencia. ¡Cambió tres veces el testamento! Murió en la residencia de ancianos donde estaba, sin ningún familiar a su lado, con la asistencia de un par de trabajadoras de la residencia. 

“Son cosas mías, pero yo para mí que le está pidiendo perdón porque se fue con remordimiento, dice mi padre que no le piensa perdonar. Mi padre era su ojito derecho, pero al casarse con mi madre, empezaron las desavenencias entre mi abuela y él. Ella lo castigaba con su desdén y cuando nacimos nosotros, a mi hermana, a mis hermanos y a mí nos trataba fatal; era odiosa. Por eso mi padre se plantó y no volvieron a tener contacto. En aquella época tampoco fue buena madre con él. Estará en el purgatorio y querrá que mi padre le saque misas por su alma para bajar al infierno.

“Mis padres están viviendo estos hechos paranormales con toda tranquilidad. Cada vez que se cae una de las cinco fotografías, mi padre dice retador: `Me importa un carajo, tíralos todos si quieres, que no necesitamos nada de lo que nos desheredaste’.

“Por quien más sienten estar viviendo estos hechos extraños, es por el perro, lleva una semana escondiéndose por la noche bajo la cama de mis padres, durante el día ni ladra ni nada y anda con el rabo entre las piernas del miedo que tiene, siempre buscando el contacto con mi padre o mi madre.

“A cada foto que cae mi padre se encara a mi difunta abuela, pega las fotos con silicona y le grita al aire: “¡Tantas veces las tiras, las mismas yo las vuelvo a poner!”

Una tarde con “La hermana muerte” de Paco Plaza

“Pero lo que es la fuerza sobrenatural: la doña las arranca. Y mi padre las vuelve a pegar con más silicona que la vez anterior. Por cierto, esta pasada noche, la de Samhain no ha pasado nada. Creo que la simple conversación que tuvimos mi padre y yo anoche al teléfono, expresándome mi padre lo que piensa, pues lo mismo ha servido para algo. Y si no llamaremos al Jiménez, más que nada por el perro que lo está pasando fatal.

—¡Ay, qué tarde se me ha hecho! Hoy me gustaría aprovechar para hacer el cambio de ropa.

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