La Navidad ya está llamando a nuestra puerta con una pata de cordero en una mano y la cuenta kilométrica de todos los gastos que tendremos, en la otra. Los regalos son una parte importante en estas fechas. Todo un quebradero de cabeza si deseas que el detallito guste y se reciba con la misma ilusión con la que los compraste.
Personalmente, regalar cositas es un ritual que me gusta mucho. Cuando mi familia era más extensa, el día de Reyes nos lo pasábamos de una casa a otra, recogiendo y llevando lo que habían traído sus majestades. En unas ocasiones los regalos eran motivo de felicidad y en otras de desilusión.
En estas fechas muchos miran el valor económico de lo que han recibido, pero la mayoría, lo que realmente valora, es el esfuerzo y el cariño que le han puesto al obsequio. Hay gente que, por mucho esfuerzo que invierta en pensar en el regalo perfecto, no atina. Y luego están los que odian regalar porque se sienten obligados, les da pereza ir a comprar y además son unos ratas.
He querido hacer un sondeo tanto en mi entorno como en las redes sociales para que me cuenten el regalo más horroroso. Qué pensaron, y sintieron, cuando rompieron el papel de colorines y descubrieron que les habían regalado una porquería.
Mi regalo me parece un espanto…
Lola, todavía no se ha recuperado del parraque que le dio cuando le entregaron por Reyes una carpeta transparente de los chinos. Algo que te compras un día deprisa y corriendo porque necesitas llevar una serie de papeles a Hacienda o sitios siniestros parecidos.
No se queda atrás Luis, quien no supo dónde meterse cuando le regalaron un botijo muy barroco desmontable.
Sonia, recuerda que cuando era pequeña le regalaron un mono que tocaba los platillos cuando le daba cuerda. Su hermana le dijo a los padres que ella deseaba ese juguete más que otra cosa. Sonia, en venganza, dejó calvas a todas las muñecas de la hermana. No creo que le volviera a gastar más bromas.
El regalo que más me ha impactado es el de Sancho, parece ser que a alguien se le ocurrió que sería muy cool comprarle unos calzoncillos con la música de “La cucaracha”. Eso me recuerda a las zapatillas de pies del Yeti que le regalamos a mi padre un año… pobre.
En mi caso, no me quito de la cabeza aquella vez que una cuñada me regaló un pisapapeles con pinta de extraterrestre y un muelle en el cuello. Tenía que habérselo metido por el tercer ojo en cuanto lo pensé.
¿Por qué se hacen regalos en Navidad?
Existen diferentes teorías. Una de ellas se centra en la figura de San Nicolás de Mira o de Bari. Un obispo turco que nació en el siglo IV y repartió toda su fortuna entre los más necesitados. Además, solía celebrar bodas y bautizos sin consentir que le dieran ni una moneda por ello.
Después de que la Iglesia lo convirtiese en santo, en algunas zonas de la actual Turquía se comenzó a simular que San Nicolás volvía de la muerte para hacer regalos a los más necesitados en Navidad.
Dicha costumbre se fue extendiendo por gran parte de Europa e incluso llegó a las colonias británicas americanas. En el siglo XIX, ya era una tradición muy arraigada en gran parte del mundo.
Otras teorías se remontan a siglos antes del nacimiento de Cristo, cuando se celebraban fiestas paganas para agradar a Saturno y se hacían regalos los unos a los otros como muestra de felicidad. Aquella festividad se realizaba en torno al 21 de diciembre.
Como veis, viene de muy lejos pensar en detalles para agradar a las personas que más estimamos. Es un gesto hermoso que, si no se disfruta, es mejor no hacer. Siempre es más recomendable entregar un cheque regalo para evitar pequeños disgustos o que te envíen maldiciones etruscas.