El voto de tinieblas: encerradas de por vida

En la alta Edad Media, hombre y mujeres pedían ser emparedados de por vida con el fin de dedicarse únicamente a la oración. Esta práctica fue abolida con la llegada de la Ilustración, aunque en ciertas zonas de España continuó haciéndose hasta el siglo XIX.

El voto de tinieblas lo realizaban principalmente las mujeres. Cuando estaban convencidas de querer pasar el resto de su vida encerradas, era necesario que pidiesen permiso a la familia y enviasen una solicitud al obispo de su zona en la que expresasen su deseo. Además, debían aportar las pruebas necesarias para demostrar que podían hacerse cargo de sí mismas hasta la muerte.

Las celdas en las que se producía el emparedamiento, solían situarse adosadas a las iglesias para que el encerrado pudiese escuchar misa cada día y también junto a hospitales, leproserías, cementerios y murallas defensivas. Eran lugares estrechísimos, con dos ventanas: una que miraba al exterior, enrejada, por la que se les hacía llegar los alimentos y las visitas. Por la otra ventana, podía ver el altar mayor del templo y recibir la comunión.

El voto de tinieblas: encerradas de por vida

Antes de ser emparedadas, confesaban sus pecados en la iglesia y desde el mismo templo se dirigían a la celda. Las muradas acostumbraban a ir vestidas con ropajes de penitentes. Una vez dentro, se procedía a tapiar la puerta para siempre. Se les acompañaba a la celda en procesión, y el cura solía recitar las oraciones típicas de los funerales, ya que se consideraba que estaban entrando en su propia tumba. Incluso se le practicaba la extrema unción.

¿Cómo eran las celdas por dentro?

Las anacoretas tenían el suelo cubierto de paja y en muchas ocasiones dormían ahí. Otras veces, poseían un banco de madera, y no era raro que hubiera un taburete o silla. Las mujeres de mayor clase social, podían disponer de dos celdas e incluso ser atendidas por una de sus doncellas. Para distraerse un poco, a algunas se les proporcionaba libros e incluso podían dedicarse a la costura. Muchas de ellas rechazaban cualquier distracción y lo único que hacían era rezar hasta el agotamiento. Les era permitido tener un animal de compañía, curiosamente, solían ser gatos los elegidos. Imaginamos que era así porque el animal podía ir y venir a su conveniencia.

El voto de tinieblas: encerradas de por vida
Celda por dentro. Fotografía: caminos y encomiendas.

Cuando las muradas fallecían, o bien eran sacadas por una de las ventanas o se tapiaba todo para que se convirtiese en su tumba. Normalmente, se intentaba que otra anacoreta hiciera uso de la celda. En el caso de los hombres murados, no se les tapiaba la puerta y podían salir de vez en cuando tanto para viajar, recibir visitas como para impartir la eucaristía si eran sacerdotes.

¿Cómo se comportaba la sociedad con las muradas?

Los ciudadanos de la época sentían un gran respeto por las anacoretas. Solían llevarles alimentos y limosnas además de pedirles consejo. Estaban exentas de pagar impuestos si vivían en España, y eran veneradas por muchos monarcas. La mayoría de los que visitaban a las muradas, les solían pagar para que rezasen por ellos. Eran consideradas una especie de guías espirituales e incluso se pensaba que poseían el don de la curación. Era tal la fama de las anacoretas, que la Iglesia comenzó a preocuparse y decidieron controlar su influencia social.

El voto de tinieblas: encerradas de por vida
Fotografía: lalechuzainquieta.com

En algunas ocasiones, las celdas podían estar construidas junto a las murallas defensivas. Allí, incluso eran visitadas por los enemigos de la población que pretendían invadirlos. Las crónicas cuentan que en el siglo XV, una anacoreta del norte de Francia, salvó a su pueblo de ser invadido al convencer a los soldados de que guardasen las armas a cambio de rezar por sus almas hasta su muerte. Así de respetados eran estos hombres y mujeres.

La única celda de las emparedadas en pie está en…

La única celda que se conserva en España se encuentra en la bellísima Astorga, junto a la iglesia de Santa Marta. En una de las ventanas del habitáculo, se puede leer la siguiente inscripción sobre el dintel: “Acuérdate de mi juicio, porque así será el tuyo. Yo ayer y tú hoy”. Se sabe con certeza que la celda fue ocupada por al menos dos muradas. Una en 1310 y la otra en 1344. Su manutención, en este caso, corría a cargo de cofradías como la de “Las Cinco Llagas” y también de las consabidas ofrendas de los viandantes.

El voto de tinieblas: encerradas de por vida
La iglesia de Santa Marta de Astorga. Foto: lalechuzainquieta.com

En el siglo XVII se prohibieron los emparedamientos voluntarios al considerarse una salvajada y un atraso. Por esta razón, se crearon posteriormente los beaterios. Pequeños locales que eran habitados por mujeres que deseaban apartarse del mundo y dedicar su vida a la oración. Estas prácticas, terminaron totalmente con la llegada de los franceses quienes mostraron sus ideas progresistas mediante cañonazos y saqueos.

Fuentes consultadas:

«DeCosasVarias Vlogs«

lechuzainquieta.com

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