La confusión aparece cuando alguien se empeña en contar una película como se cuenta una novela. Y es algo tan común que ni lo notamos e implica de un modo lamentablemente cotidiano a los comentaristas de cine. Una película, digamos de Alfred Hitchcock, es un suceso visual. También sonoro, no pretendo olvidarlo, pero la visualidad es lo que define al Séptimo Arte, lo que trae a un primer plano a la fotografía (la cámara) y el montaje (la forma en que se ensamblan las tomas en busca de efectos emocionales). Por sus enfoques los conoceréis. Por la forma en que apuntan con la cámara, esa arma que, en vez de disparar, absorbe, succiona alegorías.
Alfred Hitchcock llegó a Hollywood con 40 años. Ya era famoso en su patria, Inglaterra, pero lo que se cocía en Los Ángeles era de otra dimensión. Y dimensión le añadió a Hollywood el londinense (1899- 1980), quien hizo de la cámara casi un personaje más. Eso es el cine, insisto. Entra por los ojos como las novelas, pero de golpe, sin posibilidades para la reflexión. La reflexión en el cine es posterior, diría Hitchcock, cuando se ha abandonado la sala y las imágenes vuelven para hacernos dudar de nuestra propia comprensión. ¿Te acuerdas de Psycho? Alfred Hitchcock emplaza la cámara de tal forma que un espectador aprensivo tiende a cubrirse los ojos, porque presiente el peligro.
TÁPATE LOS OJOS, QUE AHÍ VIENE HITCHCOCK
Que el público llegue a compartir el terror de los personajes, he ahí una consecuencia de los grandes directores. Que el espectador llegue a sentir que la cámara se ha convertido en sus ojos, que nadie le cuenta la película, pues él mismo está en la escena. Para que no se diga que otorgo a la fotografía todo el mérito de lo que deriva de una colosal industria, vuelvo a detenerme en el montaje. La ansiedad que mana de muchas secuencias de Los pájaros se debe precisamente al ensamblaje, a las combinaciones entre el adentro y el afuera de la casa bajo el asedio de las gaviotas, enloquecidas sin explicación alguna. Otro detalle importante en el cine de Hitchcock es la luz, esas gradaciones que van de una iluminación aparentemente ingenua a los tonos sombríos sugeridos por el sicoanálisis y más allá, hacia lo insondable.
Evidentemente, Alfred Hitchcock no se hizo a sí mismo. De entre todo lo que conformó su estilo, la crítica menciona el cine alemán de la década de 1920, el constructivismo soviético, los encuadres de Serguéi Eisenstein y la perspectiva de Friedrich Wilhelm Murnau. Pero conseguir un estilo no consiste en combinar retazos, así sea de grandes maestros. ¿Cómo se instala la personalidad en lo que uno intenta presentar como arte? ¿Es solo por desconocimiento que el público detecta la originalidad de un cineasta? Alfred Hitchcock creó un cine tan personal que uno se ve tentado a ignorar a todos los que lo precedieron. Parece una conclusión infame, pero lleva la fuerza de lo irrepetible.